martes, 22 de abril de 2014

A las once y media de la mañana

Y ahí estaba: tumbado en su cama, comiendo patatas a las once y media de la mañana; intentando escribir.
De nuevo había dejado todo para el último momento, y ahora tenía que darse prisa. Un único día para hacer algo que debería haber hecho en muchos otros días, con calma, hacía muchos días.
Ser él tenía bastantes inconvenientes. También tenía sus ventajas, porque no hace falta dramatizarlo todo tanto, pero normalmente lo negativo resalta más, y él adolecía de mucha negatividad. Padecer idiotez no le gustaba nada en absoluto. No era una idiotez consecuente a una discapacidad. Era algo más disimulado y mucho menos malo, pero era idiota al fin y al cabo. Cualquier otra persona es conocedora de manera innata de ciertos comportamientos mundanales, sociales y sentimentales que a él le eran ajenos. Cualquier otra persona sabe, por lo general, qué debe de hacer día a día. No quiero decir que la gente sepa a ciencia cierta qué hacer con su vida, ni mucho menos, pero sí se suele tener claro cómo reaccionar en el momento. Y ese era el mayor problema de nuestro escritor comedor de patatas, que nunca sabía cómo reaccionar en el momento. Acostumbraba saber cómo reaccionar en el momento, cuando el momento había pasado. Y dejarlo todo para el último momento, por ejemplo, era de esas cosas que pasaban sin que él se enterase.
Oportunidades que nadie dudaría aprovechar porque no eran cuestionables siquiera, él las cuestionaba, las dudaba y, finalmente, no las aprovechaba. Si había alguien con inseguridades esa mañana, a las once y media, creedme que ese alguien comía patatas mientras intentaba escribir tumbado en su cama. Desesperado sabiendo que no sólo tenía muy poco tiempo para acabar lo que fuera que tuviese que escribir, sino que también estaba desperdiciando ese tiempo al escribir otras cosas no cruciales a modo de procrastinación. Porque era idiota.
Quizá se odiaba por ello, o quizá no. En veinte años te ha dado tiempo de sobra a aceptarte por completo. Más o menos. Y, qué cojones, sería idiota, pero tenía un pelo estupendo.

2 comentarios:

  1. Somos dos. Tendría que estar estudiando para un examen de Historia Mundial que tengo dentro de una semana, de esos de ciento cuarenta preguntas, con muchas cosas por responder y tal. Pero aquí estoy, procrastinando de la misma manera~ Cenando cereales tras haber pasado toda la tarde jugando pokémon y escribiendo cosas que no tendría que haber escrito. Pffft... Iré a ver si me rompo una pierna

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es una idea estupenda la de la pierna. Voy a ponerla en práctica cuando acabe de procrastinar, que eso será en torno a las once de la noche. Somos un despropósito :(.

      Eliminar